viernes, 13 de marzo de 2009

AMOR SINCERO EN LA POESÍA MEDIEVAL

Son muchos los críticos que han defendido y defienden la ausencia de sinceridad en la poesía cancioneril castellana, especialmente en la poesía de amor cortés. Se trataría simplemente de la contribución social a una moda. Y, efectivamente, es un hecho que los poetas escogen fórmulas y géneros, como el del debate o incluso la canción o el decir para participar de la moda del momento. Pero a veces el poeta rompe esa norma no escrita y ofrece una “íntima desgarradura”, un trozo de vida, en palabras de don Rafael Lapesa y de don José Fradejas.
Éste es el caso de Gómez Manrique, protagonista de esta poesía cancioneril, aunque cada día más desconocido en el mundo escolar, a pesar de ser un hito importantísimo en el desarrollo del teatro medieval y en la poesía cuatrocentista y de ser uno de los maestros, quizás el principal impulsor de la carrera poética de Jorge Manrique. Es muy probable que el primer poema del autor de las Coplas por la muerte de su padre, muy breve, sea la respuesta a la pregunta que hizo el señor de Villazopeque a sus sobrinos, hijos del segundo Cid, don Rodrigo Manrique.
Pues bien, este poeta, profundamente enamorado de su esposa, doña Juana de Mendoza, le dedica una estrena posiblemente en las navidades de 1480:


CV
De Gómez Manrrique.
Estrenas a doña Juana de Mendoça, su muger.

Amada tanto de mí
e más que mi saluaçión,
más por la virtud de ti
que por ninguna pasión;
la mejor de las más buenas,
reçibe estas estrenas
que te da
quien nunca jamás querrá
tanto ya
ninguna de las agenas.


Unos meses antes, tras la muerte de su único hijo varón, Gómez Manrique había iniciado la composición de una consolatoria dedicada a su esposa, con la intención declarada de ayudarla a sobrellevar su dolor, aunque, como reconoce en la introducción, le sirviera también de desahogo y mitigadora del suyo.
Desgraciadamente no pudo concluir la composición sino cuatro años más tarde, desde el recuerdo y la sinceridad, aunque envuelta en los ropajes retóricos de la época, pues hubo de enfrentarse a la muerte de su hija en esos meses.
Sí le dirigió esta preciosa copla esparza:


IV
Esparsa de Gómez Manrrique

Vyéndovos tanto penada
por lo que no mereçés,
biuo yo
vida tanto trabajada,
que jamás nunca, después
que solo so,
çesan mis catiuos ojos
de plañir e de llorar
vuestro tormento;
de guisa que mis enojos,
syn­tiendo vuestro pesar,
no los sye­nto.


No es posible ver en este poema solamente el sometimiento a la moda reinante. Hay vida; hay amor; hay sentimiento. Hasta las lágrimas de las que habla fueron reales, pues lloró la muerte de su hijo y especialmente en la de su hija Catalina, olvidando lo que él mismo predicó en boca de la madre de Garcilaso de la Vega en el planto o defunción a él dedicado. Lloró y así se lo reconoce al protonotario de Lucena en una carta.
Es más, conocemos que doña Juana era muy aficionada a la literatura (animó a Teresa de Cartagena a escribir) y solicitaba constantemente a su joven marido que le dirigiera a ella alguna composición y no dudamos que lo hizo. Y se nos antoja que una de estas composiciones pudo ser este hermoso decir que anticipa algunas expresiones de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz:

XXXV
De Gómez Manrrique

I
¡O sy naçido no fuera
para ser tan desdichado!
¡O sy naçido, muriera
quando yo pensaua que era
de vos querido y amado
y vuestra merçed sentía
mis angustias y tormentos,
y, sentiéndolos, fuýa
por quantas partes podía
los tales apartamientos!

II
Quando eran mis pasyones
por vuestra merçed tenpladas;
quando mis tribulaçiones
con vuestras consolaçiones
eran presto derramadas;
y mis llagas se curauan
con muy süaues blanduras,
y las fuerças derramauan,
del amor que me mostrauan,
mis grandes desauenturas.

III
Quando eran las partidas
de pura fuerça forçadas,
penosas las despedidas;
quando eran las venidas,
en llegando, procuradas;
quando gozosa tornaua,
quando triste se partía,
quando no se me negaua,
antes se me declaraua
todo quanto se sabía.

IV
Quando mis grandes dolores
eran con gozo mezclados;
quando mis perseguidores,
con los grandes disfauores,
andauan desatinados;
quando eran secretarios
de los secretos ajenos;
quando con vientos contrarios
ciauan mis aduersarios,
yo bogaua con los buenos.

V
Quando andauan gozosos
mis verdaderos amigos;
tristes, amargos, cuydosos,
aflegidos, ynbidiosos
de mi bien, mis enemigos.
Estonçes fuera el venir
de la muerte dolorida
mucho mejor qu'el biuir
auiéndovos visto yr
tan gozosa con la yda.


VI
Fin

¡O yda voluntariosa!,
¡o llorosa despedida!,
¡o fuerça de amor forçosa!,
¡o pena tanto penosa!,
¡poned ya fin a tal vida!
Vida tan desesperada
commo yo biuo syn vos
no deue ser deseada,
mas con mis manos tirada,
si lo permitiese Dios.

(Más información sobre la vida y obra de este autor en Gómez Manrique (2003): Cancionero, edic. de Francisco Vidal González, Madrid, Cátedra.)

Francisco Vidal González

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