VARIACIÓN PRIMERA
LA NACIONAL 122
En todo caso,
tampoco podemos quejarnos, puesto que, como dice el refrán, la intención es lo
que cuenta, e intención hay. Y si no fíjese el mal pensado cómo un extremo ya
se ha construido hasta llegar a Zamora. Y en un alarde de seria planificación,
por el otro, ya dejan los inquietos automovilistas a un lado Ágreda y
circunvalan El Burgo de Osma, reconociéndosele a esta villa la importancia que
se ha negado hasta hace muy poquito a otras de pro como Aranda de Duero o se
sigue negando a la peña más fiel de Castilla, Peñafiel, por la que todavía es
posible hacer turismo desde el coche y sin salir de la carretera nacional.
La ruta del
Duero, luego carretera nacional 122, fue protagonista en acontecimientos
trascendentes como el proceso de unidad de España, así como también El Burgo de
Osma, aunque por razones que merecen aclararse en otro escrito, y sobre todo un
descendiente de Osma: el cronista y escritor Alonso de Palencia. Pero esta es
otra historia.
Y fue en
tierras de Ágreda, guardando los caminos y pasos que más tarde se convertirían
en la carretera nacional 122 de las incursiones de navarros y aragoneses en
Castilla, donde don Íñigo López de Mendoza, todavía no nombrado marqués de
Santillana, compuso las que pueden considerarse las primeras de sus serranillas:
La serrana de Vozmediano y La vaquera de Morana, quizás en 1429:
I
[La serrana de Boxmediano]
Serranillas de Moncayo,
Dios vos dé buen año entero,
ca de muy torpe lacayo
faríades cavallero.
Ya se passava el verano,
al tiempo que hombre s’apaña
con la ropa a la tajaña,
ençima de Boxmediano
vi serrana sin argayo
andar al pie del otero,
más clara que sal’en mayo
ell alva nin su luzero.
Díxele: “Dios vos mantenga,
serrana de buen donaire.”
Respondió como ‘n desgaire:
“¡Ay! qu’en hora buena venga
aquel que para Sant Payo
d’esta irá mi prisionero”.
E vino a mí como rayo,
diziendo: “¡Preso, montero!”
Díxele: “Non me matedes,
serrana, sin ser oído,
ca yo non soy del partido
d’essos por quien vos lo havedes;
aunque me vedes tal sayo,
en Ágreda soy frontero
e non me llaman Pelayo,
maguer me vedes señero.”
Desque oyó lo que dezía,
dixo: “Perdonad, amigo,
mas folgad hora comigo
e dexad la montería;
a este çurrón que trayo
quered ser mi parçionero,
pues me falleció Mingayo,
que era comigo ovejero.
Finida
Entre Torellas y el Fayo
passaremos el febrero.”
Díxele: “De tal ensayo,
serrana, soy plazentero.”
(Edición de Miguel Ángel Pérez Priego)
Como vemos,
es serrana comprensiva y complaciente con las pretensiones del montero, a pesar
de su rudeza. ¿Cómo puede alguien negarse a peticiones tan razonadas y justas! No
ocurre lo mismo con la vaquera aragonesa de Morana, que desoye las peticiones
del buen castellano, pues tiene otro partido mejor al que complacer:
[La vaquera de Morana]
En toda la Sumontana,
de Trasmoz a Veratón,
non vi tan gentil serrana.
Partiendo de Conejares,
allá suso en la montaña,
çerca de la Travessaña,
camino de Trasovares,
encontré moça loçana
poco más acá de Añón,
riberas d’una fontana.
Traía saya apretada
muy bien fecha en la çintura;
a guisa de Estremadura,
çinta e collera labrada.
Dixe: “Dios te salve, hermana;
aunque vengas d’Aragón,
d’esta serás castellana.”
Respondióme: “Cavallero,
non penséis que me tenedes,
ca primero provaredes
este mi dardo pedrero;
ca después d’esta semana
fago bodas con Antón,
vaquerizo de Morana.”
(Edición de Miguel Ángel Pérez Priego)
Esperemos,
por si acaso sentados, que los padres de la patria se muestren tan
complacientes como la serrana de Vozmediano y atiendan por fin nuestras
súplicas y ruegos y no nos den calabazas otra vez como la vaquera de Morana, ni
nos dejen caer en la tentación de creer que les importamos un comino.